miércoles, 12 de marzo de 2008

LLAMANDO A LA REFLEXIÓN.

¿Cómo usar el simplismo y el reduccionismo de los procesos coevolutivos, como mecanismo para negar lo evidente y silenciar “mentes prometedoras”?.
Almudena Zaragoza.

El gran problema mundial de los cultivos foráneos introducidos en ecosistemas ajenos es el ataque que sufren por parte de los insectos de la zona y los virus que éstos portan. Estos virus, son la diana de numerosos estudios llevados acabo por científicos, que trabajan para empresas que mueven cantidades inmensas de dinero al año y que se centran en hallar la respuesta a tales ataques víricos, descifrando la información genética y mecanismos de transmisión de los mismos. Esto, ha llevado a descubrimientos tales como la interacción específica de proteínas virales con las piezas bucales de la cutícula del insecto fitófago portador, que causan al entrar en contacto con la planta un mecanismo de silenciamiento génico dentro del floema de la misma, que ayuda a controlar el número de partículas virales dentro del sistema vascular de la planta, un proceso especifico y equilibrado que ocurre de forma natural en los ecosistemas. Este impresionante proceso de cooperación, es el que ha llevado a la coevolución conjunta de plantas e insectos y los científicos que lo han descubierto, en vez de verlo como tal, adoptan la aplastante conclusión de que han encontrado el gen, el proceso o la forma más adecuada de acabar con el virus y modificar la planta con vistas a cultivarla, para hacerla resistente a todo tipo de seres vivos de la zona en cuestión, en la que la planta no ha evolucionado, ni ha vivido nunca en toda su larga historia en la Tierra.
Realmente ¿no se han dado cuenta de su gran hallazgo? un mecanismo real de coevolución, lejano por completo a todo lo que se pueda llamar competencia, selección natural y proceso azaroso, sino cooperación, integración de sistemas complejos y un intercambio genético de la misma información del virus por un lado y de genes que éste pueda transportar durante su encapsidación. Proceso que denota una gran especificidad para su función dentro de este sistema complejo, muy lejana a toda acción aleatoria que sólo podría explicar algo tan simple como un juego de dados y no los procesos biológicos. Que muy lejos de ser juegos de azar, son relaciones muy estrechas y complejas con un fin. Y que la ruptura de su equilibrio nos afecta a todos desde el virus más pequeño hasta el cetáceo de mayor tamaño mundial.
Y esto es tan cierto como que este problema lo observamos directamente en nuestra rutina diaria al ir a la frutería y comprar maíz procedente de cultivares modificados genéticamente para eliminar todo resto de virus o insecto cercano a la raíz de la planta de la que emergió y que podría suponer debido a la alta tasa mutagénica que sabemos que tienen los virus, un desastre que comience en los países exportadores de maíz en Sudamérica y acabe llegando a nuestra frutería, sin ni siquiera haber reparado en ello, cuando la razón y la respuesta estaba ante las narices del biólogo que lo estudió en su laboratorio.
Y este grave problema tiene una raíz, que al igual que la planta del maíz es conocida y tiene unas claras razones para cualquiera que no quiera mirar hacia otro lado, y son por un lado las arraigadas creencias en la vieja Biología, que hablan de competencia de insectos, competencia de virus y supervivencia del más apto, es decir de la planta más apta, la creada en un laboratorio usando virus y sus insectos vectores, que resiste los que le echen, sin saber que va a suponer eso para la naturaleza, pero sabiendo lo que va a suponer para las grandes empresas implicadas el embolsarse una cantidad infame de dinero bajo el lema de “erradicar el hambre en el mundo”, y que bien esa dinero de proporciones desbordadas, podría utilizarse para promover el autoabastecimiento de poblaciones con hambruna, utilizando cultivos autóctonos que ya están desde hace millones de años en equilibrio con su entorno.
Estos científicos le han dado la espalda a la Biología, a los procesos naturales y sus sorprendentes mecanismos y sólo por embolsarse un pellizco, miran hacia otro lado con la excusa de la selección natural o supervivencia de los más aptos sin prestar ni las más mínima atención a sus propios descubrimientos.
El inmenso caos en el que se encuentra sumida la Biología, completamente controlada por la “economía de mercado” afecta de tal manera y de forma global a tantos aspectos de la vida diaria, que no podemos imaginarnos el grave problema al que nos enfrentamos y esto es tan real, que quizás sea demasiado tarde cuando queramos darnos cuenta.