lunes, 14 de julio de 2008

ENDOTERMOS vs ECTOTERMOS. EL MITO DE LA SUPERIORIDAD.



Martha Pérez Álvarez1, Dpto. Biología Animal y Humana. Facultad de Biología, Universidad de La Habana.



Endotermo: Panthera tigris.

He seleccionado este exergo para comenzar porque expresa con absoluta claridad el objetivo de este trabajo: combatir el antropocentrismo y tratar de llevar a la mente de los lectores, lo equivocado que resulta encasillar en categorías de “superior o inferior” a un animal, un sistema de órganos o una estructura animal cualquiera, sólo porque no se parece a nosotros.
Lamentablemente esta tendencia está ampliamente difundida. En los libros, es frecuente encontrar afirmaciones tales como:

- La gama de luz “visible” está comprendida entre 400 y 700 nm (del violeta al rojo), es decir, la gama de luz visible es la que el Hombre puede ver y se olvida que otros animales detectan la luz ultravioleta o la infrarroja, invisibles para nosotros.

- Se entiende por sonido aquellas oscilaciones mecánicas que varían entre 20 Hz y 20 kHz. Por debajo del límite inferior es infrasonido, por encima ultrasonido. Nuevamente lo que delimita esta clasificación es la capacidad de detección del oído humano, a pesar de que sabemos que los animales se pueden comunicar entre sí mediante ultrasonido o infrasonido.

Igualmente antropocéntricos somos, cuando al analizar la filogenia consideramos a un animal, más perfecto, complejo, evolucionado, en una palabra, superior, cuanto más cercano esté al Homo sapiens.

De cuánta injusticia evolutiva se encierra en esta idea que todos repetimos, nos percatamos, cuando al estudiar la vida animal nos asombran las complejas conductas sociales de los insectos, por ejemplo, o los sofisticados mecanismos de adaptación al ambiente de muchos animales, o acaso no sofisticados, sino simplemente adecuados para la supervivencia de la especie.

A pesar de ello, lo que nos inculcaron profesores y textos, sigue pesando sobre nosotros y a veces yo misma me sorprendo diciendo “en los vertebrados inferiores...”, cuando quiero referirme a algún animal con columna vertebral, pero que no tiene ni pelos ni plumas. De manera que he resuelto usar los términos endotermos y ectotermos, que responden a la clasificación de los animales de acuerdo a la forma en que obtienen el calor (de su propio metabolismo o del medio externo), porque permiten también diferenciar aves y mamíferos del resto de los animales, sin colocarlos antropocéntricamente en escalones diferentes.

Vale la pena señalar que las especies se pueden considerar “inferiores” o “superiores” a otras, de acuerdo a diferentes criterios como complejidad, independencia relativa del ambiente, antigüedad evolutiva o competitividad. La “superioridad” de una especie respecto a otras, en un momento de la evolución debido, por ejemplo, a su competitividad, pudo haber sido la causa de la desaparición de algunas especies o de su desplazamiento de un hábitat determinado. Pero me voy a referir solamente a la tendencia a suponer que los animales más antiguos sobre la Tierra, son necesaria y absolu-tamente inferiores a los que surgieron después, lo cual nos lleva a ser antropocéntricos.

En primer lugar, llama la atención que el número de especies animales que no son ni aves ni mamíferos sobrepasa ampliamente el de estos últimos. ¿Cómo habrán logrado entonces adaptarse, sobrevivir, no extinguirse, siendo inferiores? [...]


[...]
Todos los animales están razonablemente adaptados a su medio ambiente utilizando estrategias distintas para resolver problemas análogos”, sin que por ello sean superiores ni inferiores, añadiría yo.

Para leer este interesante artículo al completo:
http://www.dict.uh.cu/Revistas/Bio%202005/Vol.19%20No.%201-2/Bi19105-2.doc

lunes, 30 de junio de 2008

Coevolución de bacterias endosimbióticas e insectos.

por Nancy A. Moran, Departamento de Ecología y Biología Evolutiva, Universidad de Arizona.

Coevolution of endosymbiotic bacteria and insects. Bacterial symbionts have been important in the evolution and diversification of many animals, including many insects that feed on plants. Recently, gene and genome characterisations have greatly increased our knowledge of these bacteria. Symbiont adaptations that benefit the host insects have now been identified at the genetic level. These bacterial traits enable host insects to live by feeding on plant tissues that would otherwise be nutritionally deficient. Molecular genetic studies indicate that symbiotic associations can be millions of years old. Furthermore endosymbiotic bacteria and pathogens show some convergent similarities, such as reduced numbers of genes.
Se puede demostrar que la mayor fuente de biodiversidad se basa en la interacción entre los insectos herbívoros y las plantas que comen. La inmensa mayoría de las especies de insectos se alimenta directamente de las plantas, y la mayoría de las especies restantes come o parasita los insectos que comen plantas. Además, la diversidad de vegetales productores de flores tal vez ha sido producto de la necesidad de defenderse de los ataques de los insectos enemigos. Pero, ¿qué insectos son capaces de hacerlo satisfactoriamente, tanto en términos de cantidad de especies como de individuos, comiendo plantas exclusivamente? Un factor poco valorado en el éxito de muchos insectos herbívoros es la ayuda de bacterias o mutualistas, que proporcionan nutrientes necesarios no presentes en una dieta vegetariana.El problema clave de los insectos herbívoros también lo compartimos nosotros, los humanos, como animales que somos: como grupo, los animales poseen una capacidad biosintética extraordinariamente pobre. Porque los animales se caracterizan por tener boca y, tomando porciones relativamente grandes de comida, usualmente obtienen muchos nutrientes para fabricar proteínas, como vitaminas y aminoácidos, directamente del alimento. En la evolución, normalmente, los genes innecesarios son eliminados, y algunas especies antiguas, ancestros de los animales modernos, perdieron los genes necesarios para elaborar muchos de los compuestos requeridos. A causa de esta historia, nosotros estamos sometidos a déficits dietéticos de una larga serie de nutrientes. Uno de los ejemplos más claros de requisitos dietéticos complejos en el caso de los insectos y de otros animales son los diez aminoácidos esenciales: como se han perdido los genes para producir las enzimas necesarias, estos animales no pueden utilizar otros aminoácidos para producir ningún aminoácido de este grupo. La necesidad de estos aminoácidos esenciales es la razón que explica que los vegetarianos combinen legumbres con cereales: la combinación de estos alimentos proporciona un perfil de aminoácidos favorable para la producción de proteínas.Los insectos tienen las mismas necesidades dietéticas de aminoácidos que los mamíferos. Pero los insectos herbívoros a menudo presentan unos hábitos alimentarios extremadamente restringidos: normalmente se alimentan de unas pocas especies de plantas y generalmente tan sólo de unos tejidos particulares. En el caso de los insectos con apéndices bucales para chupar –áfidos, pulgones, moscas blancas, psyllidos, cochinillas, cigarras, muchos cicádidos, y otros– la única fuente de alimento es la savia de las plantas, tanto de tejidos leñosos como floemáticos. La savia presenta una serie particularmente pobre de aminoácidos, a menudo sin muchos aminoácidos “esenciales”.Sin embargo, como saben todos los horticultores, muchos insectos chupadores de savia parecen reproducirse y crecer muy bien en las plantas huésped. Su estrategia consiste en asociarse con endosimbiontes bacterianos que viven en el interior de las células de los insectos huéspedes. Las bacterias son organismos simples, pero bioquímicamente son más completos que los animales. Muchos dominan las rutas enzimáticas para elaborar todos los aminoácidos que necesitan las proteínas. Los insectos chupadores de savia y sus bacterias endosimbióticas obtienen un beneficio mutuo de este acuerdo comercial. Los simbiontes reciben moléculas libremente disponibles en la dieta de savia del huésped; estas incluyen una gran cantidad de aminoácidos no esenciales y fuentes de energía consistentes principalmente en azúcar. A cambio, les producen los valiosos aminoácidos esenciales y vitaminas; estos elementos son sintetizados en el interior de la célula bacteriana y liberados en el huésped. Estos sistemas mutualistas son particularmente generalizados entre los insectos chupadores de savia, pero también son comunes en muchos invertebrados que consumen fuentes de alimentos nutricionalmente pobres. Por ejemplo, los insectos que dedican completamente su ciclo vital alimentándose de sangre, como las moscas tse tse. Los invertebrados marinos, como los bivalvos y los gusanos tubulares tienen que obtener muchos de sus nutrientes de bacterias simbióticas, incluyendo algunos capaces de extraer energía del sulfuro de hidrógeno.¿Cómo se aseguran los insectos de que los endosimbiontes se transmiten entre diversas generaciones? En muchos organismos, ejemplificados por los áfidos, la hembra infecta cada huevo o embrión antes de expulsarlo. Cada insecto joven nace infectado. Los estudios sobre la evolución del parentesco de los áfidos y de sus simbiontes han mostrado que esta transmisión maternal de las bacterias entre generaciones ha sido continua desde el origen de los áfidos, ¡al menos cien o doscientos años! Hasta cierto punto, la bacteria forma parte del áfido, porque ninguno de los dos puede vivir separado del otro y porque los genes de las bacterias se han transmitido entre generaciones, con tanta fidelidad como los propios genes de los áfidos. Descubrimientos similares de antiguas asociaciones endosimbióticas se han registrado en otros grupos de insectos: psyllidos, moscas tse tse, hormigas carpinteras y algunos bivalvos marinos.El sistema endosimbiótico mejor estudiado es el formado por los áfidos y sus bacterias endosimbióticas. Estas bacterias forman un grupo emparentado, clasificado en el género Buchnera (bautizado así en honor de Paul Buchner, uno de los primeros investigadores de las simbiosis animales). Viven en unas células especiales de los áfidos llamadas bacteriocitos, en el abdomen del áfido (no en el propio tubo digestivo). Hay unos 50 bacteriocitos y más de 10.000 Buchnera por célula; en total casi medio millón de bacterias en cada áfido adulto. Los áfidos producen nuevos individuos por partenogénesis (sin apareamiento) y estos jóvenes ejemplares son infectados durante la primera fase de desarrollo, cuando algunas células de Buchnera salen por un orificio de la membrana del bacteriocito y se desplazan solos hasta el interior de un orificio del embrión en desarrollo. La aplicación de técnicas genéticas moleculares ha revelado que los Buchnera contienen genes que codifican las enzimas que producen aminoácidos esenciales, como el triptofano, la leucina, la cisteína y otras, y también algunas vitaminas. De hecho, en algunos casos, hay muchas copias de los genes de las enzimas que limitan la producción de los aminoácidos esenciales, en lugar del caso más general de una sola copia de estos genes, como ocurre con la mayor parte de las bacterias. Esto se llama amplificación de genes y es una adaptación de los Buchnera con la finalidad de producir más cantidad de los nutrientes que necesidad los huéspedes. “Adaptaciones” similares se crean por la bioproducción de compuestos, cuando los ingenieros genéticos crean bacterias con múltiples copias de los genes necesarios para producir las moléculas deseadas, como los antibióticos.¿Por qué los Buchnera experimentan adaptaciones para ayudar a un insecto? La explicación más simple es que la suerte de estos simbiontes es la misma que la del huésped: si un áfido se reproduce más, entonces sus simbiontes pasaran a tener más progenie y aquel tipo de bacteria se propagará. Por lo que respecta a los genes ampliados para producir aminoácidos, las primeras bacterias que mostraron esta característica producían más aminoácidos para los huéspedes y esto permitía a sus huéspedes crecer y reproducirse más. Como resultado, la característica se propagaba hasta que todos los áfidos de la especie poseían simbiontes con esta característica.Muchos más insectos tienen también simbiontes bacterianos y sus estudios moleculares muestran que estas simbiosis son el resultado de infecciones independientes de bacterias de vida libre. En todo caso, una vez se convierten en endosimbióticas, estas bacterias evolucionan de manera similar, es decir, hay una convergencia evolutiva entre los linajes endosimbióticos. Uno de los cambios más sorprendentes que acompañan la vida simbiótica es la pérdida de muchos genes. Por ejemplo, los Buchnera tienen un parentesco muy estrecho con la Escherichia coli, un organismo bien estudiado en los laboratorios como modelo, pero mientras que el E. Coli contiene unos 4.000 genes, el genoma de los Buchnera consiste en un subconjunto de menos de 600 genes idénticos. Nuevos estudios que aplican métodos genómicos indican que los simbiontes de insectos han perdido muchas de sus capacidades biológicas en el curso de la dependencia evolutiva de sus huéspedes. Otra observación interesante de estos estudios es que simbiontes como el Buchnera muestran algunas características que son similares a aquellas bacterias patógenas especializadas, como el agente causal del tifus, Rickettsia prowalzekii. Los dos, simbiontes y agentes patógenos, a menudo poseen unos genomas muy pequeños con pocos genes, y también otras similitudes en sus secuencias de DNA.Estudios recientes revelan más y más sobre la profunda implicación de los simbiontes en la biología y ecología de sus huéspedes invertebrados. Se va viendo claramente que los microorganismos están complejamente ligados a las vidas de muchos animales. Aunque ahora sabemos mucho más que antes sobre la biología de algunas de estas interacciones, como la que hay entre los Buchnera y los áfidos, muchas simbiosis bacterianas todavía no están estudiadas. Hoy en día, los estudios de secuencias de DNA y genomas completos conducen hacia otras asociaciones simbióticas; estos estudios prometen revelar mucho sobre la coevolución y la interdependencia de estos grupos.

jueves, 27 de marzo de 2008

Otra noticia más de manipulación de virus.

El hallazgo facilitará el uso de virus en nano y biotecnología
Demuestran que es posible manipular las
propiedades mecánicas de un virus
Los autores han logrado reducir la rigidez mecánica del virus
diminuto del ratón con técnicas de ingeniería de proteínas.
Madrid, 11 de marzo, 2008
Un equipo, con participación de investigadores del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (centro mixto del CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid) ha demostrado que es posible manipular de modo racional las propiedades mecánicas de un virus. Los resultados, que aparecen publicados en el último número de la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, sugieren potenciales aplicaciones en el campo de la biotecnología y la nanotecnología.
El investigador del Centro de Biología Molecular Mauricio García-Mateu,
codirector del trabajo junto a Pedro de Pablo, de la Universidad Autónoma de
Madrid, contextualiza la investigación: “Los virus, siempre que puedan ser modificados mediante técnicas de Biología Molecular, constituyen un prometedor campo de actuación en biotecnología y nanotecnología. Sus potenciales utilidades incluyen su uso como vectores para terapia génica,
nanocontenedores para la liberación dirigida de fármacos, marcadores para diagnóstico y componentes de nanodispositivos electrónicos”. Para el desarrollo de algunas de sus aplicaciones, es probable que las partículas víricas deban ser genéticamente alteradas. “En algunos casos sería
necesario modificar los virus o sus corazas, las cápsidas, para hacerlas térmica, química o mecánicamente más estables y robustas”, explica el investigador.
La investigación se centra en el virus diminuto del ratón (MVM, en su acrónimo inglés). En un estudio previo el equipo ya determinó que el ADN de este virus no sólo transporta la información genética sino que además sirve elemento arquitectónico del patógeno, permitiendo que su structura sea más rígida. A partir del citado hallazgo, que publicó hace dos años Proceedings, los
investigadores Carolina Carrasco, Milagros Castellanos, de Pablo y García- Mateu han empleado ingeniería de proteínas para romper algunas de las conexiones entre la molécula de ADN y la cápsida del virus. Este proceso logra reducir la rigidez mecánica del virus, lo que ha sido determinado mediante la novedosa utilización de la microscopía de fuerzas atómicas para
medir las propiedades mecánicas de virus individuales. “Los resultados apuntan posibilidades concretas para manipular de modo inteligente las propiedades mecánicas de virus, con la intención de hacerlos más adecuados para ciertas aplicaciones en biotecnología y nanotecnología”, concluye García-Mateu.

miércoles, 12 de marzo de 2008

LLAMANDO A LA REFLEXIÓN.

¿Cómo usar el simplismo y el reduccionismo de los procesos coevolutivos, como mecanismo para negar lo evidente y silenciar “mentes prometedoras”?.
Almudena Zaragoza.

El gran problema mundial de los cultivos foráneos introducidos en ecosistemas ajenos es el ataque que sufren por parte de los insectos de la zona y los virus que éstos portan. Estos virus, son la diana de numerosos estudios llevados acabo por científicos, que trabajan para empresas que mueven cantidades inmensas de dinero al año y que se centran en hallar la respuesta a tales ataques víricos, descifrando la información genética y mecanismos de transmisión de los mismos. Esto, ha llevado a descubrimientos tales como la interacción específica de proteínas virales con las piezas bucales de la cutícula del insecto fitófago portador, que causan al entrar en contacto con la planta un mecanismo de silenciamiento génico dentro del floema de la misma, que ayuda a controlar el número de partículas virales dentro del sistema vascular de la planta, un proceso especifico y equilibrado que ocurre de forma natural en los ecosistemas. Este impresionante proceso de cooperación, es el que ha llevado a la coevolución conjunta de plantas e insectos y los científicos que lo han descubierto, en vez de verlo como tal, adoptan la aplastante conclusión de que han encontrado el gen, el proceso o la forma más adecuada de acabar con el virus y modificar la planta con vistas a cultivarla, para hacerla resistente a todo tipo de seres vivos de la zona en cuestión, en la que la planta no ha evolucionado, ni ha vivido nunca en toda su larga historia en la Tierra.
Realmente ¿no se han dado cuenta de su gran hallazgo? un mecanismo real de coevolución, lejano por completo a todo lo que se pueda llamar competencia, selección natural y proceso azaroso, sino cooperación, integración de sistemas complejos y un intercambio genético de la misma información del virus por un lado y de genes que éste pueda transportar durante su encapsidación. Proceso que denota una gran especificidad para su función dentro de este sistema complejo, muy lejana a toda acción aleatoria que sólo podría explicar algo tan simple como un juego de dados y no los procesos biológicos. Que muy lejos de ser juegos de azar, son relaciones muy estrechas y complejas con un fin. Y que la ruptura de su equilibrio nos afecta a todos desde el virus más pequeño hasta el cetáceo de mayor tamaño mundial.
Y esto es tan cierto como que este problema lo observamos directamente en nuestra rutina diaria al ir a la frutería y comprar maíz procedente de cultivares modificados genéticamente para eliminar todo resto de virus o insecto cercano a la raíz de la planta de la que emergió y que podría suponer debido a la alta tasa mutagénica que sabemos que tienen los virus, un desastre que comience en los países exportadores de maíz en Sudamérica y acabe llegando a nuestra frutería, sin ni siquiera haber reparado en ello, cuando la razón y la respuesta estaba ante las narices del biólogo que lo estudió en su laboratorio.
Y este grave problema tiene una raíz, que al igual que la planta del maíz es conocida y tiene unas claras razones para cualquiera que no quiera mirar hacia otro lado, y son por un lado las arraigadas creencias en la vieja Biología, que hablan de competencia de insectos, competencia de virus y supervivencia del más apto, es decir de la planta más apta, la creada en un laboratorio usando virus y sus insectos vectores, que resiste los que le echen, sin saber que va a suponer eso para la naturaleza, pero sabiendo lo que va a suponer para las grandes empresas implicadas el embolsarse una cantidad infame de dinero bajo el lema de “erradicar el hambre en el mundo”, y que bien esa dinero de proporciones desbordadas, podría utilizarse para promover el autoabastecimiento de poblaciones con hambruna, utilizando cultivos autóctonos que ya están desde hace millones de años en equilibrio con su entorno.
Estos científicos le han dado la espalda a la Biología, a los procesos naturales y sus sorprendentes mecanismos y sólo por embolsarse un pellizco, miran hacia otro lado con la excusa de la selección natural o supervivencia de los más aptos sin prestar ni las más mínima atención a sus propios descubrimientos.
El inmenso caos en el que se encuentra sumida la Biología, completamente controlada por la “economía de mercado” afecta de tal manera y de forma global a tantos aspectos de la vida diaria, que no podemos imaginarnos el grave problema al que nos enfrentamos y esto es tan real, que quizás sea demasiado tarde cuando queramos darnos cuenta.

lunes, 3 de marzo de 2008

MANIFIESTO POR UNA BIOLOGÍA DEL SIGLO XXI

Los abajo firmantes, alumnos y ex–alumnos del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid, nos dirigimos a la comunidad científica y a la sociedad en general para llamar la atención sobre un problema que puede llegar a tener graves repercusiones en nuestra sociedad.
Existe, en la actualidad, una gran confusión en los fundamentos teóricos en que se basan las investigaciones biológicas y, como consecuencia, sus objetivos y aplicaciones, por lo que estas pueden llegar a ser peligrosas para la Naturaleza y para el ser humano.

Los descubrimientos recientes sobre la naturaleza y la complejidad de la información genética y de otros fenómenos biológicos, especialmente los relacionados con las actividades de bacterias y virus, resultan absolutamente contradictorios con las suposiciones sobre las que se sustentaba la base teórica de la Biología elaborada a principios del siglo pasado. Sin embargo, tanto la docencia como la investigación parecen seguir ancladas en las antiguas interpretaciones.
La explicación más inmediata de esta situación está en la especialización y falta de integración entre distintas disciplinas. Como consecuencia, desde el punto de vista de la docencia, se continúa la formación de nuevas promociones con criterios desfasados. Pero es aún más grave la repercusión en la investigación: se mantienen los planteamientos y los objetivos reduccionistas y, como consecuencia, las interpretaciones, que son absolutamente contradictorias con los nuevos datos. Esto supone una grave pérdida de tiempo en ciencia y un inútil despilfarro de inteligencias formadas y enfocadas con unas bases erróneas.
Queremos transmitir a la sociedad que el problema no se reduce a un debate científico. La vieja concepción competitiva y simplificadora de los fenómenos naturales ha llevado a graves problemas, como el avance de la resistencia bacteriana a los antibióticos debido a la consideración de la bacterias (que ahora sabemos que son extraordinariamente abundantes y fundamentales para el desarrollo de la vida) como agentes exclusivamente patógenos que había que eliminar. Los datos actuales nos han mostrado que los virus son todavía más abundantes, ubicuos y participativos en los procesos biológicos que las bacterias y que, al igual que éstas, su carácter patógeno responde a un desequilibrio de los fenómenos naturales. Por esto, las investigaciones orientadas sobre los viejos criterios reduccionistas y enfocadas con fines economicistas pueden constituir un grave peligro para la Naturaleza y para la Humanidad.
Queremos resaltar especialmente la distorsión que introduce la investigación con intereses en un rendimiento económico inmediato en el verdadero objetivo de la Ciencia: la profundización de los conocimientos al servicio de la Humanidad. La financiación privada de investigaciones orientadas a la obtención de patentes destinadas a la comercialización conduce a la precipitación de sus aplicaciones y a nuevos peligros potenciales, dada la desconexión de estos planteamientos reduccionistas con la realidad de los fenómenos de reciente descubrimiento. Por otra parte, esta dinámica induce al despilfarro de tiempo, dinero e inteligencia en investigaciones con fines absolutamente absurdos e inviables, como la pretensión de “crear” organismos artificiales, alargar la vida o seleccionar individuos supuestamente libres de enfermedades genéticas y otras de un cariz semejante, naturalmente, destinadas para el que pudiera pagarlo.
Finalmente, queremos llamar la atención sobre un fenómeno que está contribuyendo a aumentar, especialmente en la sociedad, la confusión sobre el problema que estamos denunciando: El debate darwinismo-creacionismo, que los darwinistas parecen especialmente interesados en difundir. Creemos que es un debate inútil, porque los científicos no debaten sobre creencias, sino sobre datos empíricos, pero que contribuye al reforzamiento social de las viejas (e interesadas) concepciones para evitar el verdadero debate: el de una concepción científica del Siglo XIX frente a una Ciencia del Siglo XXI.
Por todo ello, hacemos un llamamiento a la implicación de la sociedad en este problema y, muy especialmente, a la comunidad científica para poner fin a esta situación irracional en que se encuentra una ciencia cuyos conocimientos nos deben resultar fundamentales para hacer frente a los problemas que se avecinan, productos en gran parte de una concepción de la Naturaleza propia de épocas pasadas, y construir una Biología que nos conecte con la Naturaleza. Porque si la seguimos tratando como a una enemiga tenemos todas la de perder.

FIRMADO:
Borja Alarcón Estudiante de 5º Curso de Biología
Abel Barral Estudiante de 5º Curso de Biología
Juan Barrero Estudiante de 5º Curso de Biología
Maria Bautista Estudiante de 5º Curso de Biología
Sofia Carbajosa Estudiante de 5º Curso de Biología
Maria Domínguez Estudiante de 5º Curso de Biología
Eduardo García Estudiante de 5º Curso de Biología
Bárbara García-López Estudiante de 5º Curso de Biología
Guillermo Herrán Estudiante de 5º Curso de Biología
Silvia Herrero Estudiante de 5º Curso de Biología
Miguel Iniesto Estudiante de 5º Curso de Biología
Sheila Jordan Estudiante de 5º Curso de Biología
Alberto Jorge Estudiante de 5º Curso de Biología
Marta Lapuente Estudiante de 5º Curso de Biología
Celia Martín Estudiante de 5º Curso de Biología
Nereida Melguizo Estudiante de 5º Curso de Biología
Francisco Navas Estudiante de 5º Curso de Biología
Marta Sanmillán Estudiante de 5º Curso de Biología
Arturo Sastre Estudiante de 5º Curso de Biología
Sara Villen Estudiante de 5º Curso de Biología
Almudena Zaragoza Estudiante de 5º Curso de Biología
Zulema Udaondo Estudiante de 5º Curso de Biología
Elisa Oteros Becaria de Tercer Ciclo UAM
Walter Cantero Becario Tercer Ciclo UAM
Jon Ortega Doctorando UM
María Losada Personal investigador en formación (PIF) UAM
Máximo Sandín Profesor Depto. Biología